viernes, marzo 19, 2010

Le estamos vendiendo la vida a Internet

Para el pesar de muchos, todo lo que hagan en Internet queda registrado. Todo, todo, todito. Pueden borrarlo del historial de sus navegadores, pueden navegar en modo privado, andar de proxy en proxy, utilizar sus mejores artimañas; pero siempre hay una manera de averiguar lo que hicieron. Si lo sabré yo (risa maliciosa)

Y no piensen mal de mi. La realidad es que a veces me entero de cosas que realmente no ando buscando. Pobre de mi, ¿no? Si yo no soy chismosa, solo un poco curiosa ;)

Si se fijan, o en algún momento se fijaron, tenía un botón de StatCounter, un servicio que provee estadísticas sobre una página web. Insertas un código en tu página, y cuando alguien entra te da una cantidad impresionante de datos. Ubicación geográfica, dirección IP, enlace desde la cual entraron, recorrido por mi blog, número de veces que han entrado, tiempo de visita, página de la cual salieron. Si llegaron mediante un buscador, cuáles fueron las palabras claves que los trajeron hasta mi. Y más, no tengo la suficiente paciencia para verificar todas las opciones. Claro, también informaba el número de visitas, que se supone es su objetivo principal.

Y todos estos datos son importantes, útiles e interesantes. Yo como administradora me puedo dar cuenta de cuáles son los temas que le interesan a mis lectores, de dónde son, cosas por el estilo. Sin embargo también me hace pensar en que es demasiada información para un servicio gratuito. Esta información correctamente utilizada puede hacer llegar a muchos más datos.

He llegado al punto en el cual no importa cuántos, ni quienes me visitan. En realidad va en contra de la filosofía actual de este sitio, porque se supone que esto carece ya de interés para mi. Quiero dejar atrás esos tiempos en los cuáles verificaba cada día, cada hora, obsesivamente, si alguien visitó mi página. Por ello he quitado las estadísticas de mi blog. No quiero saber demasiado de ustedes, no quiero terminar stalkeando "accidentalmente", no quiero saber quién me ha visitado y quién no (en cierta manera, por lo que he visto, se quienes lo han hecho. Miren que poder) Respeto su privacidad, aunque esto sea inexistente hoy en día.

Sin embargo es para ponerse a pensar que tanto se guardará en nuestros recorridos por la red. No es necesario un perfil en Facebook para que alguien se entere de nuestra vida, de nuestros gustos, de quienes somos. Claro que sí definitivamente es más fácil. Pero es suficiente una conexión a Internet.

¡Cuidado! Si un día son rebeldes sin causa y una poderosa organización (a.k.a. Google) los persigue. Yo que ustedes no entraba a actualizar Twitter. Se los he advertido.

miércoles, marzo 17, 2010

El centro de Guadalajara

Algunos de los lugares emblemáticos de mi preparatoria no necesariamente se encuentran dentro o cerca del edificio donde se ubica. Gracias a la cercanía de una estación del tren ligero, podía llegar rápidamente a distintos lugares. Uno de estos era el centro de la ciudad.

Ruido, gente, velocidad, suciedad, movimiento. Lugares, personas y edificios.

Guadalajara ha dejado de ser aquella ciudad provincial de las rosas, para convertirse en un eje del occidente de México. Malos gobiernos han hecho en ella aumentar el caos. Sin embargo, conserva ese piso a cuadros rojos y blancos.

¿Un piso? Podría significar mucho más de lo que uno creería. Lo primero que llega a mi mente, de mi infancia en cualquier calle del centro, son esas baldosas. Después de todo lo que nos guía al pasado siempre son los recuerdos. Estas son parte de los míos. Rojo, blanco, rojo, blanco. Cuadritos chico dentro de un cuadro grande.

En la preparatoria, mis amigos y yo íbamos a distintas parte de la ciudad. Fuimos a plazas, a parques, a fiestas, a casas de algunos de ellos. Pero donde se han atesorado los segundos de valía, ha sido en el centro.

Aunque solo fuera a buscar un artículo, no perdía la oportunidad. Salir del tren en la estación Juárez y correr, correr para alcanzar el siguiente que salía en la linea dos. Policías no importaban, y ese pasillo que contiene pinturas lo pasábamos de largo. Entrar al vagón, y reírse porque todo era para alcanzar solo una estación: Plaza Universidad. Para salir, ¿por arriba o por abajo? Que más daba, volvíamos a correr. Y al salir al exterior, reírnos nuevamente. Luego, quién sabe que más seguía, puede que yo solo iba de chismosa a ver que hacían los interesados en aprobar una materia.

Realmente es difícil explicar la alegría que me daba caminar por López Cotilla pasando por donde venden libros usados. Ver a las personas, sus caras, lamentablemente siempre neutras o infelices. Pero a veces te topabas con alguien con una sonrisa de comercial, entonces también sonreías. Los comercios, la Biblioteca Iberoamericana. Sentarse en una banquita viendo pasar la vida. Contar las grandes confesiones de una corta vida. Gritar de alegría por una buena noticia. Caer en el pavimento. O en un hoyo. O sobre una persona. Afortunadamente no debajo de un carro o un tren urbano.

Tal vez tenga que ver con la idea que tenía concebida en la niñez sobre los jóvenes que solían estar ahí. Los veía tan felices, y yo esperaba mi momento de estar en su lugar. Llegó y lo disfruté; comiendo un cuernito, o tomando un helado.

Hay lugares que siempre invocarán buenas épocas, y mejor aún, todavía tienen suficiente espacio para guardar buenos momentos.

martes, marzo 16, 2010

¿Regresamos?

Pongo signos de interrogación porque no se cuánto me dure el entusiasmo por seguir escribiendo. Viene, se va, luego regresa, así por siempre; muestra de ello es mi historia con estos medios. Parecemos una pareja de enamorados que luego no lo está tanto, pero cuando vuelves a saber de ellos siguen de novios.

Les contaría nuestra historia nuevamente, pero ya lo hice una vez en el primer post de este, su humilde blog: http://charala.blogspot.com/2007/01/hola-mundo.html recomiendo ampliamente que lo lean, y de esta manera entiendan más mi pequeña historia.

Aquí se encontrarán mis delirios random. Si nadie los lee, no importa, al menos tuve la oportunidad de expresarme.

Está ese pensamiento que dice "en lugar de escribir aquí podrías utilizar Facebook" como un diablito en mi hombro. Pero lo ignoro completamente, porque existe algo que siempre me atará a La Charala. Justo como a los eternos novios.