jueves, abril 01, 2010

Barco sin b, es arco.

Hay quién me dice que cada uno es constructor de su propio destino. Lamento contestar que es falso. Hay muchas circunstancias que nos pueden cambiar la vida, circunstancias fuera de nuestro control. Un evento inesperado o una enfermedad que nos guíe a un trágico final. O bien la llegada de una nueva amistad o amor, llegada que no podemos propiciar, que gire nuestro camino hacia la felicidad.

Y es cuando, a la mitad de estos pensamientos un poco retorcidos, (podría imitar a muchos otros, ocupando mi mente en algo menos trascendental y angustiante. Algo como la telenovela de la tarde) llega la idea de mi vida como un barco. Un barco que se dirige hacia el futuro, y en su trayecto está mi pasado. Pareciera que la embarcación no tiene guía, sino que sólo sigue su camino, que es conforme a las probabilidades de cada evento. Pero algo dentro de mi me induce a completar mi pensamiento según la siguiente frase:

Mi vida no es un barco a la deriva, que cambia su rumbo por las corrientes de la probabilidad.


Mi vida tiene un firme timón y un buen capitán. Y no me estoy contradiciendo. Claramente yo no puedo ser el capitán, hay demasiadas cosas fuera mi control. Pero, y según mis creencias, sí hay alguien que tiene bajo su dominio todo lo que existe para mi. Dios es el capitán. Dios es quien tiene el rumbo mi vida. Y como buen navegante, sabe llevar el barco en contra de la corriente. Porque Él es capaz de llevar mi vida en contra de toda probabilidad.

Entonces caigo en la verdad, la verdad de lo inútil que es procurar enumerar cada posibilidad y asignarle una probabilidad. Y se destruye mi desconfianza acerca de lo que habrá de suceder.

Porque a pesar de todo indicio, aunque las circunstancias me gritaran lo contrario. Si obedezco las indicaciones de mi capitán (y no ser yo misma, dentro de lo que está en mi poder, quien saboteé mi vida) estaré siguiendo un rumbo de bien.

Actualización.
Jueves 1 de Abril, 1:04 am
Ojo no ha visto, ni oído ha escuchado, ni han subido en corazón de hombre, las cosas que Dios ha preparado para los que le aman.
1 Corintios 2:9



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